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Mi infancia y «El pescador de lágrimas»…

Queridos amigos lectores; A veces los escritores hacemos referencias en nuestros escritos a pasajes de nuestra vida, de nuestras vivencias. El libro «El pescador de lágrimas» nace de saber  que uno no  encaja en ese modelo que  a veces  te impone la familia, la  sociedad y la educación, y que están basados en prejuicios, tabúes y conceptos obsoletos.

Estuve al  borde del Autismo y  también uno de mis hermanos. La abstracción como fenómeno era símbolo de enfermedad. 

Una prolífica y  brillante imaginación,  vista de forma inapropiada,  era la resultante de ser tonto y tal vez retrasado. 

Nacemos en familias con unas formas de accionar e interaccionar  diversas, en base a creencias, educación, religión y hasta pesares pasados. Conocí el colegio recién en 3 grado de primaria, porque me consideraban precoz inicialmente para comenzar, pero termine  siendo el peor alumno de la clase.

Mis padres  estaban muy afligidos con migo, yo era  el mayor y  el ejemplo para el resto de mis 3 hermanos. Uno de ellos, el tercero  que se hamacaba todo el tiempo y apenas hablaba, fue diagnosticado de Autista severo. ¡Cuanto sacrificio dios!, ellos no tenían ningún respiro.

(Hoy el  diagnosticado es manager en una multinacional telefónica y vive feliz en Rio de Janeiro)

Mudarnos al interior de la provincia a una zona de árboles, pájaros y animales fue la bendición que se esperaba para la familia, donde la naturaleza cambio las cosas.

En la escuela hacía lo que podía y entre la dislexia y las burlas pasaban mis días.

Hasta que un vez… un grupo de estudiantes de psicopedagogía que hacían pasantías en el colegio le hizo  un test a mi curso de 4 grado y ahí fue que empezó el cambio de actitudes para conmigo … obtuve un coeficiente de 17 años teniendo 10. Nunca  habían experimentado esta resultante en un colegio normal… Si me había adelantado un poco, pero me había salteado muchos de esos escalones del supuesto aprendizaje….

Toda la dificultad de mi infancia forjo en mi  una respuesta y esta es abrir al entendimiento para que esta sociedad entienda que los niños ya vienen aprendidos y a dar sabiduría, siendo portadores de un gen que se viene a activar tras  generaciones de evolución.

Llenarlos de conceptos y aprendizajes viejos e inundados de memorizaciones conductistas vanas los aplasta, los hace piezas de una sociedad sin  disfrute real,  los deja sin la poesía y la felicidad que ellos nos traen para mejorar este mundo.

Estas palabras hay que  tomarlas con practicidad y sentido común. Digo también que como padres, tutores y educadores debemos acompañarlos con rigor en sus cuidados, pero con la independencia de saber que un niño no es un saco vacío para rellenar, sino un saco lleno de puzzles  que serán útiles para armar una  sociedad de personas seguras y felices.

«El pescador de lágrimas» lo he escrito con nostalgia, con tristeza, con rabia y con mucha alegría y el producto final  es la felicidad. Si esta que me da  saber que llegara a vuestras vidas, para brindarles un testimonio distinto, sensible y sutil de la infancia,  que perdurará para siempre en vuestras vidas.

SEGUIRA….